Hace una semana…desde la ventana del avión a un lado del ala se empezaron a ver las casitas, casitas y casitas sin límite, entre árboles y avenidas hasta que apareció el Benito Juárez, ¡ya estábamos! llegamos a México DF. En inmigración se llevaron mi pasaporte y mi hicieron esperar un largo rato.
Aterrizamos, el viernes 3 de julio como a las 5.20 de la tarde. A la hora de llegar a migración nos separamos en fila de mexicanos y extranjeros. Yo salí y vi que a Sebas le quedaban pocas personas por delante, así que me adelante para ir a recoger las 4 maletas grandes que tendríamos esperando en la banda. Yo iba con 2 bultos de mano y el vestido de novia que también había llevado conmigo. Las maletas salieron increíblemente rápido, pero Sebas no… Había pasado bastante tiempo, quizás menos del que yo pensaba, pero comencé a ver que todos los pasajeros de nuestro vuelo habían salido y mi novio no salía, me puse un tanto nerviosa, pero al final salió; los dos cansados del largo viaje y con un carrito pesado de maletas, además de ansiosos por encontrarnos con mi familia para ir a casa.Luego estuvimos arrastrando nuestras maletas, maletitas y el vestido de novia hasta salir a la entrada, donde por una pequeña confusión de horarios con los de Aeroméxico no había nadie para recibirnos en el aeropuerto. Tuvimos que tomar un taxi y la ciudad se hizo tangible, las calles mojadas por una lluvia reciente y las casas pequeñas de todos los colores me hicieron sentirme en tierra conocida, tenían un cierto aire a Bogotá, el taxista no paraba de hablar y dar vueltas por unas calles y otras.
Al no ver a nadie me puse triste, pero más extrañada, pues desde el principio supe que algo raro había, pues siempre que he llegado al aeropuerto ha habido alguien para recibirme, pero ese día no estaban. Esperamos unos 10 minutos y yo decidí ir a buscar un teléfono. Todos eran de tarjeta, así que fui y compré una ladatel y me comuniqué al celular de mi madre, ella me contestó emocionada pero también consternada: “¿cómo Gabita ya están aquí, si los de Aeroméxico me dijeron que llegaban a las 8?”, mala información de Aeroméxico, ni hablar, rápidamente yo corté la llamada diciéndole a mi mamá que íbamos ahora en taxi a casa. Increíblemente aún cuando eran las 6 de la tarde de un viernes en el DF, hicimos menos de una hora para llegar a casa.En la casa nos esperaba la familia con letreros de bienvenida, bebidas, saludos y abrazos. Nos presentamos, hablamos y cenamos pozole. Sólo faltaba Malutka que se había perdido unos días antes, pero ya había información de que sabían en donde estaba. Así que hubo charla agradable, comida abundante y fiesta, hasta que nos empezamos a quedar dormidos.
Al llegar a casa estaba fuera mi padre, pero lo primero que vi resaltando de la puerta fue un letrero rosa fosforescente donde se anunciaba a Malutka como perdida, en seguida me salieron las lágrimas, pues días antes me había avisado de su pérdida, pero tenía la esperanza que ya hubiese aparecido. Continué abrazando a todos y preguntando por la Malu, y en seguida mi papá me tranquilizó y me dijo: “ya casi está aquí, estamos casi seguros que apareció…”, eso me ayudó para recuperar la confianza y poder disfrutar de nuestra deliciosa bienvenida en compañía de varios de mi familia.La verdad me he sentido tan bien recibido, todo me parece tan común, que es como si estuviera en casa, no me siento en un lugar extraño o diferente, sino en tierra mía, conocida, la de siempre. Hasta el punto de que ya sufrí la maldición de Moctezuma, un dolor de panza increíble y toda una mañana metido en el baño. Ya superado, sigo comiendo taquitos al pastor, cecina, tacos de chorizo y chicharrón. Disfrutando México que me ha acogido muy bien, pero que a su vez me ha enseñado que hay que andar con cuidado, sin confiarse demasiado, sobretodo con la comida. Viva México…. C.
